Astillero
Yes, we can
Habsburgo, en inglés
Germán e Hildebrando
Julio Hernández López
El verbo inglés can nada tiene que ver con el sentido firulais que en español corresponde a la misma palabra, pero ayer fueron muchos los que en las elites movían política y mediáticamente la cola ante la visita de Barack Superestrella. Esa diplomacia de alegremente móvil rabo pretende darle una dimensión transformadora o, cuando menos, esperanzadora, a una visita que al menos por lo que se pudo conocer ayer, luego de los primeros actos formales, podría quedar como uno más de los momentos de frágil escenografía con que Washington y México han simulado amistades, alianzas y sociedades. Pero, aún peor, por debajo de las apariencias de que nada o muy poco de importancia habrá de quedar de esta gira de pasada, rumbo a una reunión de líderes continentales, asoma el riesgo de que el nuevo líder imperial, sabidamente distante de lo latinoamericano en general, y de lo mexicano en particular, haya llegado ayer a la capital del vecino fallido para aceptar la imploración del velador local de que la gran potencia tome bajo tutelaje el estupefaciente caos nativo, si acaso compartiendo algunas rentas con quienes parecieran pretender el cambio del apellido Obama por el Habsburgo, en formas modernas pero igualmente abdicantes de solicitar que un extranjero se encargue de los asuntos nacionales incontrolables.
Nada nuevo ni de fondo. Felipe atrapado en la telaraña del narcotráfico que él ha tejido, convertida la visita del afroestadunidense en una oportunidad explícita de hablar de asuntos criminales y de ajustar en lo privado las tuercas a la maquinaria local que se muestra incapaz de contener a los cárteles expansivos. Lo narco como telón de fondo, como si la relación binacional se agotara en la “guerra” inventada por Calderón casi dos años y medio atrás, como si lo único importante fueran el tráfico de armas y la seguridad fronteriza, sin que la endrogada administración felipista fuera capaz de instalar en el foro, más que marginalmente, los temas migratorio y económico, éste relacionado con el tratado de libre comercio.
Eso sí, la sección de complacencias de la rocola oficial insistía en el advenimiento de una nueva era, en el inicio de tiempos promisorios cual nunca otros más. Pero, más allá de los movimientos entusiastas de la extremidad posterior de la columna vertebral que en algunos animales se da (¿we are canes?, pregunta bilingüe y ladrona), lo más importante de ayer fue que el jefe Barack aceptó hacerse cargo de los problemas que no puede resolver el Elliot Ness Región 4. Unidos, pues, por el destino (con doble queso y rajas de jalapeño). A petición de parte, ¿relevo de presunto presidente?
Yes, we can, dijo Calderón en un cierre discursivo mimético, recordando el exitoso lema de campaña del demócrata estadunidense, deseoso el mexicano de subirse al tren de las maravillas obámicas. También ofrendó el recuerdo de la imagen y las palabras de John F. Kennedy, sin que hubiera cuando menos la evocación compensatoria de algún prócer mexicano, privatizadas militarmente las ceremonias de ayer, sin nada que ver con la recepción multitudinaria que en su momento dieron los mexicanos al presidente luego asesinado. Yes, we can. ¡Guau!
Astillas
El director de comunicación social del comité nacional panista envió a La Jornada una carta que los interesados podrán leer en El Correo Ilustrado, pero ante la cual esta columna responde: si el vocero de Germán Martínez Cázares (GMC) dice que éste no hizo el comentario del que aquí se dio cuenta en anterior Astillero, habrá que creerle (a riesgo de que también ese deslinde y el funcionario partidista acaben siendo clones desautorizados). Pero el comentario existió, fue enviado del perfil de Facebook a nombre de GMC (el dirigente panista en riesgo de quiebra, no la empresa automotriz) al del ciudadano Óscar A. García y de todo ello tiene Astillero constancia gráfica tomada de las pantallas correspondientes. Llama la atención, además, lo fofo de la argumentación del vocero Villarreal: dice que “no nos fue posible encontrar” el perfil de Facebook de Germán Martínez Cázares, mas para topárselo basta con dar clic en la dirección electrónica que se mencionó en la entrega en cuestión y que ahora se repite: www.facebook.com/pages/German-Martinez-Cazares/66863611406. En cambio, los sabuesos internéticos blanquiazules sí “pudieron identificar que la difusión del supuesto comentario” se hizo a través de cierta página y “mediante correos electrónicos de procedencia desconocida”. En el caso de esta columna, el lector García hizo saber lo sucedido, el tecleador habló con él, le pidió sus consideraciones y verificó lo que él decía: que de un perfil de Facebook, a nombre de GMC, le habían enviado un mensaje ofensivo (mediocre, infeliz, perdedor y frustrado, entre otras cosas). Si ese perfil es falso (en el que 99 por ciento de lo publicado es favorable al PAN, en el que están mensajes, fotografías, comentarios y discursos de GMC, y en el que se promueve a los candidatos panistas a gobernadores estatales), entonces habrá que sugerir a Germán que contrate a algún San Hildebrando que le libre de trampas cibernéticas.
Pero, sin necesidad de Facebook, un senador panista y ex gobernador de Aguascalientes, Felipe González, llamó perdedor, abusivo y traidor al dirigente partidista Germán Martínez. La etiquetación fue una de las reacciones derivadas de que Lourdes Reynoso Femat, hermana del actual mandatario de aquella entidad, Luis Armando Reynoso Femat (frecuentemente impugnado con acidez por sus propios compañeros de partido), fuera designada candidata blanquiazul a diputada federal por la vía de representación plurinominal en uno de los lugares considerados seguros, el séptimo. Otro senador hidrocálido, Rubén Camarillo, habló de imposiciones y componendas y consideró la nepótica postulación como “un error garrafal”.
Y, mientras sigue la tensión en Cananea, Sonora; Huizopa, Chihuahua, y Zimapán, Hidalgo, ¡feliz fin de semana, con Fox convertido en moneda de arreglos electorales entre los priístas vicentinos y los panistas quesadas!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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