Denise MaerkerAtando cabos17 de abril de 2009
La cena con Obama y la estrellita de Elba Esther
Ayer fue un día muy prometedor para las relaciones entre México y Estados Unidos. El ambiente cordial, la empatía entre los dos mandatarios, la calidad de los discursos, todo hace esperar una genuina mejoría en la relación bilateral.
Pero hay que tener cuidado, no es la primera vez que una reunión de este tipo genera grandes expectativas. Por eso anoche Jeffrey Davidow, embajador de Estados Unidos en México durante el gobierno de Clinton, decía que no hay que esperar demasiado, aunque de inmediato matizaba diciendo que los dos países han madurado. Sea como sea, fue una noche llena de buenos auspicios. Espectacular el escenario, el patio del Museo de Antropología con la fuente iluminada, y detrás de Calderón y Obama, el calendario azteca. El ambiente cordial y cálido. Los invitados variados: algunos miembros del gabinete, no todos, los grandes empresarios, líderes sindicales, intelectuales. Y en el centro de todas las miradas, por supuesto, Obama. ¿Y es que quién no es fan de Obama? El propio presidente Calderón sin complejos alabó su inteligencia, sencillez y carisma. Y reconoció que sobre sus hombros lleva el peso no sólo de la Presidencia de EU, sino de la esperanza de millones de personas en todo el mundo. Y es que Obama encarna hoy la fuerza de la democracia.
Un hombre marginal en su país, hijo de un africano y una blanca, nacido en los cofines del imperio, liberal, ajeno al poderoso establishment estadounidense y que, sin embargo, les ganó la Presidencia. ¡Qué mayor reivindicación se puede esperar para el sistema democrático de elección de liderazgos! Eso sí, no hubo grandes compromisos. Davidow, el gran intérprete, nos explicaba que Obama es, a pesar de su imagen icónica, un gran pragmático. ¡Es un político de las calles de Chicago, no hay nada más duro que eso: hasta que no tenga algo amarrado en el Congreso no va a prometer nada!
Por lo pronto, anoche saludó a todos. El que mejor lo aprovechó fue Carlos Navarrete, senador del PRD, que traía listo un mensaje con todo y traductora: le propuso a Obama que se estableciera una relación directa entre la izquierda y su presidencia. A García Márquez, Obama le confesó su admiración y le aseguró que había leído todos su libros. Elba Esther Gordillo, nerviosa, le dijo que era un estadista mundial y luego tomándolo del brazo y señalando a Calderón le dijo en español: es un buen presidente. ¿Necesitará Calderón que la maestra lo recomiende y le ponga una estrellita? ¿O es la maestra la que necesita halagar de alguna manera a Calderón? En fin, fue una buena noche; ojalá dé frutos.
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