México SA
¿Ya pasó lo peor de la crisis económica?
Advertencia del Sela a contracorriente de la visión oficial
Carlos Fernández-Vega
Los desafinados niños cantores Felipe Calderón y Agustín Carstens repiten el estribillo de uno de sus sonados fracasos (en economía somos lo máximo), y como si nadie sufriera el alcance y ferocidad de la crisis, el dueto dedica sus notas al incrédulo auditorio: comienzan a registrarse algunos signos alentadores, que nos hacen pensar que muy pronto habremos dejado atrás el peor momento de esta circunstancia económica… ya pasó lo peor de la crisis económica.
Es el mismo dúo que con enorme sonrisa para México diagnosticó gripa y catarrito por la crisis económica en Estados Unidos; el que habló y habló de la solidez, del navío de gran calado y de la lejanía de la sacudida; el que juró que en este país nunca más una crisis; el que río a pierna suelta, porque el desempleo se registraba allende nuestras fronteras, y el que, en fin, a estas alturas del partido exige credibilidad a sus dichos y pronósticos.
Algunos consideran que esta patética muestra puede ser producto de alguna alteración visual en los susodichos niños cantores (otros simplemente lo llaman cinismo puro), porque es obvio que la dupla Calderón-Carstens ve lo que otros ni con binoculares registran. Por ejemplo, la calificadora Moody’s advierte que México está condenado a verse arrastrado a una contracción mayor que la estadunidense; otra agencia calificadora, Standard and Poor’s, subraya que la liquidez de las empresas en México durante el segundo trimestre de 2009 será posiblemente la más débil de la historia reciente debido a los efectos económicos derivados del virus A/H1N1; el Fondo Monetario Internacional reconoce que México es el país de Latinoamérica más afectado por la crisis financiera mundial y la Cepal reitera que la contracción económica más profunda se registra en México.
Lo mismo sucede con los supuestos aliados naturales del gerente de Los Pinos: el presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, Miguel Marón Manzur, no le cree al dueto; por el contrario, dice, lo más difícil está por venir, toda vez que se prevé una caída de la economía de hasta 5.3 por ciento y no se observa una recuperación antes de 2010; el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Armando Paredes, tampoco da credibilidad al estribillo de Los Pinos: los indicadores aún son negativos y hasta que no se vea una tendencia en la mejora durante los siguientes meses no podemos decir que ya pasó lo peor; y la Confederación Nacional de Cámaras Industriales está en las mismas: la contracción económica será de 5.4 por ciento y se cancelarán entre 670 mil y 730 mil empleos en 2009, el comportamiento más desfavorable de los últimos 13 años.
Entonces, ¿qué ve esa dupla que otros, de plano, no registran? De entrada lo inexistente, porque su discurso –tal y como sucedió en tiempos de Fox– suelen no coincidir con la realidad. Tampoco sus estimaciones. Los mexicanos no son tan masoquistas como para esperar una crisis eterna, pero tampoco tan ilusos como para creer en los gastados cuentos de Los Pinos y las patéticas melodías de sus niños cantores.
Por si faltara alguna estimación para romper el ritmo musical del citado dueto, el Sistema Económico Latinoamericano, el Sela, aportó su granito de arena, sin que sea el último: en 2009 la economía mexicana registrará la caída más pronunciada de la región (un galardón que, por lo demás, ha ganado México desde varios años atrás, con crisis o sin ella), en una proporción que casi duplicará el promedio negativo que reportará América Latina en conjunto, y casi triplicará el observado por Brasil, la otra gran economía de la zona. De hecho, apunta el organismo, el desempeño económico se traducirá en un empeoramiento generalizado del crecimiento respecto del que se había tenido en 2008, el cual tampoco fue la panacea.
El Sela señala que “con la crisis deslizándose por una pendiente cada vez más pronunciada, que obliga a recurrentes y generalizadas correcciones a la baja en las estimaciones de los principales indicadores económicos, el deterioro económico mundial ha ido extendiendo sus alcances a los distintos países de América Latina y el Caribe. Ello se manifestó en un primer momento en el plano monetario y financiero de esas economías con severas caídas en las bolsas de valores, devaluación de las monedas locales frente al dólar y elevación del riesgo-país, entre otros aspectos, para continuar penetrando al conjunto de la economía real, e impactar en la producción, el comercio exterior, la inversión, el empleo y el consumo de los países de la región, con sus consecuentes derivaciones en el plano político y sus previsibles efectos en el ámbito social.
Conforme pasan los meses, y al igual que ocurre con los países desarrollados, se confirma que la crisis va abarcando cada vez un mayor número de ámbitos, afectando al conjunto de indicadores que dan cuenta del comportamiento económico y social en la región. Lo anterior se da a pesar de las múltiples acciones que en diferentes campos, y desde distintos frentes, se vienen poniendo en marcha tanto en las economías altamente industrializadas como en los países caribeños y latinoamericanos para enfrentar la crisis. Dichas acciones incluyen un vasto arsenal de medidas de todo tipo, públicas y privadas, ortodoxas y heterodoxas, en el sector financiero y en el productivo, nacionales y multilaterales, a pesar de lo cual no existen elementos firmes que permitan concluir que se ha tocado fondo en la caída ni, mucho menos, que se hayan comenzado a manifestar los primeros síntomas de una probable recuperación.
Pero los niños cantores dicen que en México sucede lo contrario.
Las rebanadas del pastel
Más signos alentadores (niños cantores dixit) para regocijo de los mexicanos, especialmente los directamente involucrados en la estadística que ayer divulgó el Inegi: en el primer trimestre de 2009, 2.3 millones de desempleados; la tasa oficial de desocupación abierta en el país llegó a 5.1 por ciento de la población económicamente abierta, contra 3.9 por ciento en igual periodo de 2008; los subocupados sumaron 3.4 millones, monto equivalente a 8 por ciento de la población ocupada, contra 6.6 por ciento en enero-marzo del año pasado; en el sector informal 28.2 por ciento de los ocupados, es decir, 12.1 millones.
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