Astillero
■ Me vale madre (nueva versión)
■ Felipe sin cuidado
■ Cáncer, no apendicitis
Al mejor estilo de aquel Salinas que ni veía ni oía a sus opositores, o de un gobernador jalisciense que con las palabras más crudas mandó a sus críticos a molestar con intensidad a sus progenitoras, el derrapante Calderón avanzó en sus elaboraciones profundas de teoría política al pasar del electoralmente explicativo “haiga sido como haiga sido” al valemadrista “me tiene sin cuidado” respecto a la creciente percepción de que su incapacidad ejecutiva le coloca en riesgo de caer y no nada más del aparato de dos ruedas que tampoco ha sabido controlar. De gira por el país de los micrófonos y las pantallas a modo, el Señor del Cabestrillo usó dos ejemplos humeantes y sangrantes para tratar de demostrar lo equivocados que están quienes creen que no terminará el sexenio: los que le auguran brevedades son los mismos, dijo Felipe, que no creían que ganaría las elecciones de 2006 ni que rendiría protesta formal. Con esas referencias de sí mismo para qué quiere enemigos el antedicho Lic. Calderón: muy malos tiempos vivirá la nación si el costo de que cumpla su ciclo en Los Pinos ha de ser el mismo que el pagado para que fuera impuesto como supuesto triunfador por un margen ínfimo y siempre impugnado, o el que significó la tragicomedia de ilusionismo por la puerta trasera que le llevó a aparecerse en San Lázaro y quedar desde entonces como rehén de la cúpula de las fuerzas armadas que lo han transportado.
En esa caravana amistosa de entrevistas suavecitas, en un intento clínico de explicar a los mexicanos de terapia intensiva una de las causas, la del narcotráfico, de la postración nacional, el paciente deportivo produjo también una perla de medicina política. Las cosas, cuando él tomó el bisturí de manos del carnicero Fox, no estaban mal o muy difíciles, sino de la puritita rechingada (expresión folclórica emitida con licencia del bate Emilio González Márquez y su preceptor poético, el cavernal Juan Sandoval): “Digamos –explicó el doctor Kal D’ Ron al escucha Joaquín López Dóriga en el noticiero televiso nocturno–, yo soy un médico al que le toca operar a un paciente que tiene un dolor en el abdomen muy agudo, y para muchos se pensaba que era alguna apendicitis, y cuando abro se descubre que hay un cáncer que ha invadido buena parte del cuerpo, y lo que tenemos que hacer es sanear ese cáncer”. ¡Sopas! Pero lo bueno, anuncia el actual encargado de la salud (sin signos de admiración) nacional, es que el tal cáncer podrá ser “saneado”, a pesar de que “es muy grave”, mediante un tratamiento de largo plazo, en el que “vamos a tener que estar cortando y radiando, pero lo vamos a hacer”. Por si alguien no hubiera sido suficientemente impactado por las pifias operativas del pasado reciente, el doctor Felipe Simi añadió que el cuerpo social estaba en plena descomposición, aunque luego corrigió para hablar de “debilidad” y luego volver al dictamen descompuesto. El prócer de la quimioterapia social no tiene, desde luego, ningún propósito de llamar a cuentas al falso profesionista que emitió diagnósticos criminalmente mentirosos (no hablaba de cáncer ni de apendicitis, sino de salud plena, con certificados alegres de vitalidad y fuerza. Oh, los tiempos alegres del presunto médico del cambio). Total, como en muchas otras cosas, a Felipe eso le tiene “sin cuidado”.
Astillas
El comisionado de Elba Esther Gordillo en asuntos de seguridad pública federal, Roberto Campa Cifrián, dejó el cargo de la misma manera que lo había ocupado, por arreglos o desarreglos en lo oscurito y sin iluminar a México. La farsa de Palacio Nacional queda así desprovista de uno de los actores de reparto, justamente el que con solemnidad y compromiso patrios había leído la lista de compromisos de lucha contra la criminalidad de afuera. El médico Calderón bien podría proponer, como sustituto, a Ulises Ruiz, Mario Marín o Carlos Romero Deschamps (la lista de candidatos con historial adecuado es larga)... Un grupo de secuestradores (el cártel del bolillo, le llaman) ha amenazado con cobrar rescate a todos los mexicanos (aumentar los impuestos, es el nombre técnico) si no son cumplidas sus exigencias de que se apruebe una reforma petrolera privatizadora en las cámaras legislativas. El vocero de los chantajistas (fuentes confiables informaron a esta columna de nota roja que su nombre real es Héctor Larios) colgó una manta en la sesión de apertura de sesiones de los diputados con las siguientes palabras: “Si prolongamos la solución a la problemática de Pemex, si seguimos discutiendo posiciones políticas y no soluciones a sus problemas, en muy poco tiempo la próxima legislatura, en lugar de hablar de excedentes, tendrá que establecer nuevos impuestos para sustituir los faltantes petroleros”. Coopelas o cuello, en versión de curul blanquiazul... Un año atrás, en el Grito que encabezó doña Rosario Ibarra de Piedra, hubo tal desorden entre los coordinadores de los grupos concurrentes al Zócalo, y tal desconocimiento general de lo que finalmente acabaría siendo esa protesta, que hubo momentos de gran tensión y peligro en los que, más allá de las guerras de aparatos de sonidos y los rumores de desalojo, los opositores al calderonismo quedaron en una tierra de descontrol, entre contingentes militares vestidos de civil que cada vez eran más hostiles. Tomada con rapidez la decisión de dejar la plaza, hubo muchos que no quisieron cumplirla por considerarla errónea, y otros que simplemente no se enteraron del súbito clarín de retirada. El domingo pasado, en el Monumento a la Revolución, hubo grupos que con un sonoro “¡No!”, expresaron rechazo a retirarse del Zócalo capitalino a las 10 de la noche del 15... Hoy, a las 12 horas, en el auditorio Ho Chi Minh de la Facultad de Economía de la UNAM, habrá un acto de solidaridad con el pueblo de Atenco y de repudio a las sanciones injustas impuestas a dirigentes como Ignacio del Valle. Entre otros, estarán Luis Javier Garrido, Enrique González Ruiz, Luis Hernández Navarro y el autor de estas líneas... Y, mientras el IFE consigue un pellizquito más al presupuesto federal, ¡hasta mañana, en esta columna cuidadosa!
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