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jueves, 25 de septiembre de 2008

LA GRAN APUESTA...





“¡Ay, Nanita!”


Por Eduardo Ibarra Aguirre

Cuenta Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor , mejor conocida por su primer nombre pero en español, el apellido paterno y su extraordinaria obra literaria, que el astrónomo y matemático Luis Enrique Erro invitó al general Manuel Ávila Camacho a constatar los adelantos del Observatorio Astrofísico de Tonantzintla. El presidente preguntó cómo y con qué trabajaban. Erro y Guillermo Haro --el filósofo y astrónomo-- le respondieron que con espectros y el general exclamó: “¡Ay nanita!”
Explica la viuda de Haro que Ávila Camacho “nunca imaginó que las estrellas novas descubiertas se revelaban por primera vez en placas espectográficas.
Más de seis décadas después del penoso exhibicionismo presidencial, la escritora y periodista concluye: “El ‘¡Ay, nanita!' del ignorante sigue vigente, los políticos y los empresarios no tienen idea de lo que es la ciencia y creen que no hay que invertir en ella ni en tecnología porque podemos importarla de Estados Unidos.” Impulsar la ciencia en México, asegura, sigue siendo una empresa titánica.
La conclusión de doña Poni, publicada en La Jornada de enmedio , 22-IX-08, p. 16ª., fue ratificada hasta el detalle por científicos mexicanos durante la inauguración de la Semana de la Ciencia , Tecnología e Innovación, por directivos de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Universidad Autónoma Metropolitana y del Consejo Nacional de Ciencia Tecnología.
De los 30 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos , el nuestro ocupa el penúltimo lugar en ciencia y tecnología, mientras que la economía azteca es la número 12 por su tamaño en la aldea global y ocupa el octavo sitio por sus exportaciones.
Para los especialistas las razones son elementales, simples. El Estado destina .5 por ciento del producto interno bruto a ciencia y tecnología, en tanto que Brasil e India invierten 1 por ciento. A los centros de educación superior se les regatean los recursos públicos desde 1982 y la tendencia decreciente es subrayada, aunque el voluntarioso discurso de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa postula la construcción de un “México de triunfadores”.
Además, con una educación en manos de un cacicazgo sindical corrompido hasta le médula, pero eficiente para traficar votos a favor del Partido Acción Nacional, a costa de colocar al país en el último lugar en nivel educativo, dentro de los que integran la OCDE , hasta diciembre de 2007.
El panorama dibujado establece que en el país existen 15 mil investigadores certificados y otros 20 mil que están en el sector industrial. Sólo 3 mil empresas hacen investigación y se registran 500 patentes al año. Cifras todas, a juicio de los conocedores, “muy preocupantes”.
Mientras que para el aparato militar y policiaco se contemplan partidas presupuestales a la alza, en el segundo caso de 50 por ciento, aún no existe claridad si se incrementarán los recursos asignados a las universidades públicas.
Es plausible el anuncio hecho por Marcelo Ebrard Casaubon de trabajar para la conformación de cuatro ciudades del conocimiento en el Distrito Federal. El objetivo es transformar la economía por medio de la vinculación del desarrollo tecnológico y científico con empresas e instituciones de educación superior.
Con todo, el presente no puede ser más desolador. México persistirá en el estancamiento económico, el lugar número 60 en competitividad, el desbordamiento de las bandas delictivas, empleos por completo insuficientes y mal pagados y sostenida carestía de la vida, en la mediocridad, pues, mientras las elites dominantes no asuman como “la gran apuesta del futuro del país” a la ciencia, la tecnología y la educación. O las mayorías dominadas las obliguen a dar un viraje en el oscuro rumbo por el que conducen desde hace 26 años a la nación.

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