viernes, 17 de julio de 2009
¿ Y LOS JUECES ?...DISFRUTANDO MERECIDAS VACACIONES
SILVIA NúñEZ ESQUER
HERMOSILLO, Son., 16 de julio (apro-cimac).-
Con apenas 23 años, Celia Lara Méndez tiene ya la responsabilidad de sostener y educar a sus tres hijos, una mujer y dos varones.
Ella trabaja como mesera en el hotel San Sebastián, ubicado a menos de un kilómetro de la guardería ABC, y esa fue la principal razón por la que inscribió ahí a su hijo, Juanito, sin saber que sería en ese lugar su tumba.
Celia Lara Méndez, una de las 48 madres que perdieron a sus hijos en el incendio en la guardería del Seguro Social, ha denunciado hasta el cansancio el caso de su hijo, quien tal vez, dice, fue objeto de un mal diagnóstico.
Su familia organizó una fiesta de cumpleaños post mortem el día en que Juanito cumpliría tres años. Así se lo habían prometido al menor.
Celia vive en la colonia Nuevo Hermosillo, un conglomerado donde no queda otra opción que vivir apretados, dentro y fuera de las casas. Frente al parque industrial más importante de la ciudad, en el que destacan las operaciones de la planta Ford, la "Nuevo" –como se le conoce coloquialmente-- es sector de generaciones jóvenes que están listas, a la mano, como un gran ejército manufacturero, mano de obra barata, dispuesto a ser contratado.
Entre la Nuevo Hermosillo y el hotel San Sebastián, ubicado en la salida a Guaymas, se ubica la guardería ABC, por eso fue la opción para que cuidaran ahí al niño de Celia, mientras ella cumplía su jornada laboral.
A Celia le sobreviven Kellin Michel Reyes Lara, de 7 años, y Dylan Damián Lara Méndez, de 5 años.
Esta joven trabajadora se quedó con las palabras contenidas, cuando participó en el mitin posterior a la marcha de la luz por fallas en el equipo de sonido. Ella dice que se quedó con las ganas de contar sobre "las cochinadas" que hicieron con su niño en el Hospital Infantil del estado de Sonora (HIES).
Nunca olvidará que, en medio de la tragedia, le dieron a escoger entre llevarlo a Guadalajara y trasladarlo al hospital Schrinners, de Sacramento, California. Ella siente que se vio obligada a escoger el de Guadalajara porque le dijeron que en Sacramento le apoyarían sólo con el 50% de los gastos, en cambio en Guadalajara el apoyo sería total.
También le comentaron que estaría en Guadalajara en un periodo de entre siete meses y un año, dadas las numerosas quemaduras que presentaba Juanito, y por eso pensó que sería lo mejor dejarlo ahí, era mucho tiempo de recuperación, como para que pudiera pagar los costos del hospital estadunidense.
Cuando llegó a Guadalajara, a un supuesto hospital especializado en personas quemadas, se dio cuenta de que el lugar era como todos los del Seguro Social, "tal como los conocemos en el país", dice Celia.
Había un "gentío" esperando para poder entrar a un consultorio y tuvo casi la certeza de que no obtendría lo que necesitaba su hijo, pero al menos esperaba ser escuchada en su aflicción.
"Es una clínica como la 37 de aquí (de Hermosillo) o cualquier otra. Cuando nos hablaron en la madrugada para decirnos que nos iban a trasladar a los niños a una unidad de quemados, yo me imaginaba que era un hospital, pero no, estaban inaugurando esa unidad de quemados con nuestros niños", denuncia.
"Cuando nosotros entramos a las instalaciones vimos que apenas estaban metiendo los aparatos. Era una clínica nomás, no iban a dar las terapias a los niños ahí, ni nada de eso. Simplemente eran médicos, según ellos especializados", afirma Celia.
Subraya, "según ellos", porque un día llegó un médico con un diagnóstico de que a todos los niños los iban a amputar. "Nosotros muy indignados dijimos --en el hotel donde estábamos las mamás y papás-- que queríamos que Schrinners viniera a valorarlos antes de que hicieran las amputaciones", narra desconsolada.
Cargando el dolor como una pertenencia de la que ya no es posible deshacerse, madres y padres fueron al hospital a exigirle al director del IMSS de Guadalajara que necesitaban una segunda opinión. "Y él ¿qué nos dijo?, se nos quedó viendo y dijo: 'discúlpanos, el doctor se equivocó con los diagnósticos'."
Con un lenguaje coloquial, Celia Lara agranda sus de por sí enormes ojos y prosigue: "Y nosotros nos quedamos como: ¡a la bestia!, ¿qué pedo?, en pocas palabras."
Al día siguiente en la mañana, ella fue una de las mamás que tramitaron documentos para posibilitar que médicos de hospitales Schrinners, pudieran ir por las niñas y los niños.
Creyendo que habían valorado a los niños, supo luego que el director del IMSS de Guadalajara había dicho que él no había pedido apoyo, y que los niños se quedaban. "A mí especialmente me dijeron que a mi hijo lo estaban esperando en Sacramento, que no sabían por qué se lo habían llevado a Guadalajara", dice ya con la voz entrecortada por el recuerdo de los dramáticos momentos.
"Y ahora entiendo que lo llevaron a morirse nada más", afirma indignada revelando una rabia acumulada. Y agrega, decepcionada: "Tenía la esperanza de que mi niño en Sacramento mi hijo iba a tener un poco más de vida. Mi hijo me duró ocho días, que para mí fue un orgullo. Me sentí orgullosa de que mi hijo me durara ocho días a pesar de cómo estaba."
Todavía recuerda que un médico de Schrinners le dijo: "Tu niño es un milagro que esté vivo porque, a como estaba, era como para que hubiera muerto al instante."
No obstante la gravedad de las lesiones, a Juanito los médicos de Schrinners lo diagnosticaron con posibilidades y a Celia le comunicaron que era el primero en la lista para el traslado a Estados Unidos.
"Me dijeron que ellos no se explicaban por qué lo habían mandado a Guadalajara, si ya tenían el espacio allá esperando a Juanito en Sacramento", dice.
Es tanta su rabia que no tiene claro ya quién tomó la decisión de enviar a su hijo a Guadalajara.
Apenas recuerda que le dijeron que iban a un hospital especial para quemados, lo cual, dice, no fue cierto. Por eso, se siente engañada por el Seguro Social, impotente por no haber tenido los recursos y la información suficiente para decidir lo que considera hubiera sido mejor para Juanito.
A Celia la han apoyado sus familiares, en especial su tía Martha Méndez, quien ha denunciado una y otra vez en los mítines posteriores a las marchas impulsadas por el Movimiento ciudadano 5 de junio, la situación que vivieron en el IMSS de Guadalajara.
Primera dama y funcionarios
En ese vía crucis que vivieron en los días posteriores a la tragedia, Celia recuerda la visita que ella y otras madres fueron obligadas a salir del hospital del Seguro Social de Guadalajara durante la fugaz visita de Margarita Zavala.
¿Quién es la primera dama para que no podamos estar mientras ella entra? Se pregunta una y otra vez su tía. Los seres humanos somos iguales todos, gritó, indignada, en aquel entonces, pero sus lamentos fueron ahogados por la indiferencia.
En su drama, Celia reconoce que mucha gente solidaria se acercó para ayudarla. En especial, recuerda a la señora Maru Rojas, quien trabaja en el HIES y corrió con los gastos de los boletos de avión para ella y sus tías, por lo que se siente muy agradecida con ella. De hecho, cuando le festejaron el cumpleaños a Juanito, ya en el panteón municipal donde yace, fue ella quien corrió con los gastos.
Ahora lo que Celia exige es justicia, y aclara: "así como dice 'el Burs' que él duerme como un ángel, como un bebito, pues así también nosotros, no. Nosotros no hemos podido dormir tranquilos desde que pasó la tragedia. Y mucho menos yo, que nunca pensé que a mi hijo lo llevaran a matar a Guadalajara."
En relación con la comparecencia del director del Seguro Social, Daniel Karam, ante el Congreso opina que es "una mierda ese bato". Por ello también exige su renuncia y le da mucho gusto que el papá de Yeyé (otro de los niños caídos en la guardería) le haya "puesto en su cara" que renuncie. "Y si tiene conciencia, espero que lo haga", sentencia Celia.
De la Suprema Corte de Justicia, espera que retome la investigación del caso. Ella fue una de las madres que quiso estar presente en el pleno de la Corte el pasado 13 de julio, en el que para su decepción, les notificaron que los ministros se van de vacaciones, por lo que la respuesta para el caso de la guardería ABC, entra en receso hasta agosto.
Igualmente exige la renuncia del gobernador Eduardo Bours, aunque ya vaya de salida, por los tres meses que le quedan como titular del ejecutivo, "si es que tiene conciencia realmente".
Celia Lara, junto con otras madres y padres de familia afectados por el incendio ya empezó a realizar acciones en búsqueda de justicia para su hijo. Ha entablado demandas contra el IMSS y del gobierno del estado.
En cuanto a los dueños de la guardería, opina que también están involucrados e incluidos en su demanda. La dolida madre advierte que las listas de dueños de guarderías en el país se retrasó por el proceso electoral del 5 de julio, porque significaba exhibir los parentescos tanto con funcionarios federales como con el gobernador. "Son parientes del Burs, quisieron tapar por las elecciones", acusa.
Así mismo, se encuentra enojada con el sistema judicial. Todos los días se pregunta cómo es posible que hayan otorgado amparo a los socios de la guardería ABC.
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