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viernes, 25 de septiembre de 2009

HISTORIAS DE ASESINOS



Astillero


Asesinos
Genaro calla, entre acusaciones
ChaCha, por la puerta trasera


Julio Hernández López


En dos ámbitos públicos fueron acusados de asesinos sendos personajes centrales del tablero felipista. A Genaro García Luna, sabidamente limitado en cuanto a exposición verbal (tanto en el plano mecánico, de pronunciación, como en el de la elaboración de ideas y su planteamiento más o menos organizado), se le confinó a un papel de silente acusado que hubo de renunciar hasta a su propia defensa y por cuya causa un súbitamente ardoroso diputado blanquiazul, Javier Corral, que no es ni ha sido calderonista, puso en riesgo las alianzas secretas del PAN y el PRI en materia económica al enfrentarse abiertamente –una especie de redición, menos pedestre, de los aires rijosos de Germancito Martínez– a los priístas que por voz del tenebroso Alfonso Navarrete Prida (encubridor de las pillerías de Arturo Montiel y acomodador de expedientes en la muerte de uno de los Salinas) trataron de darse baños de pureza en el tema del narcotráfico y la corrupción.
Asesino, le dijo y le reiteró Gerardo Fernández Noroña al secretario federal de seguridad pública y virtual vicepresidente de la República de facto (luego de la ausencia del amado Juan Camilo). Asesinos, gritaban a las afueras de Xicoténcatl los familiares de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y activistas de ONG tanto a los senadores que aprobaron con desvergüenza histórica la designación del destemplado Arturo Chávez Chávez como a éste mismo, habilitado ya como procurador federal de justicia de la República de los caprichos felipillos y el agandalle dieguista. García Luna, cuya faceta menos peligrosa es la de productor cinematográfico (su último rodaje: El secuestro que no fue) salió enmudecido, vituperado y zarandeado, sin defensa posible, etiquetado ya como lo que sabidamente ha sido: el jefe de las operaciones policiacas federales que han llenado de sangre al país. Chávez Chávez ni siquiera pudo salir por la puerta principal, la frontal, sino por una lateral, desgastado prematuramente, cargando el fardo de sus omisiones históricas en la heroica Ciudad Juárez y el lastre de sus relaciones de complicidad con el bufete divino del jefe Diego, el gran ganador de la PGR.
Peleas retóricas aparatosas mientras en la trastienda los acuerdos se tejen y se cumplen. García Luna pasa la aduana de los diputados sin disparar un tiro verbal porque sabe que a fin de cuentas nada de lo que allí se diga tendrá consecuencias políticas verdaderas. Por su parte, Chávez Chávez acepta ser considerado el titular máximo del MP (es decir, el Menos Peor, como lo clasificó el PRI para justificar su voto en favor) y ofrece a los familiares y activistas del expediente Juárez que se reunirá con ellos y buscará manera de resolver lo que nunca antes hizo. Ni para qué pelear: uno pasó el trago amargo y saliendo de la Cámara de Diputados reanudaría su trágica función selectivamente represora, y el otro consiguió la designación oficial, haiga sido como haiga sido aunque, caballeroso, agradeció los favores recibidos, entre otros del propicio Carlos Navarruth, un hombre de presunta izquierda que hoy sirve con pasión a la derecha por órdenes de un titiritero sonorense real que así puede negociar tranquilamente, con guantes marca Nueva Izquierda. Tan agradable fue el arreglo tras bambalinas: el perredismo enchuchado no votaría por el mal candidato a la PGR, pero acabaría aceptándolo y felicitándolo: Navarruth en persona y Jesús Ortega en declaraciones de consolidación que hizo de inmediato para decir que no habían estado de acuerdo con Calderón, perdón, con Chávez Chávez, pero ahora ya no quedaba sino aceptarlo, reconocerlo y trabajar con él. ¡Viva el colaboracionismo!
Pero lo importante está en otro lado: el PRI lo que quiere es replantear la “guerra” felipista contra el narcotráfico para corresponder a los favores económicos recibidos durante la campaña electoral reciente que les dio desproporcionados “triunfos democráticos”. El panismo Felipillo lo que pretende es sostener su plan de combate a los cárteles competidores y centrar todo en un solo concesionario oficial del gran negocio que a su vez vaya abriendo el camino a gerentes y socios emanados de la matriz pinolera. La fuerza política del PRI, detonada a partir de ríos de dinero en el tramo final comicial, está obligada a frenar las torpezas bélicas calderónicas contra los bandos de narcotraficantes que necesitan reconciliaciones y nuevos pactos para seguir funcionando con éxito y repartir sus ganancias de manera más o menos organizada (como se pudo ver, por ejemplo, con las listas de jefes policiacos decomisadas en Monterrey junto a decenas de millones de pesos). Y en ese reacomodo de fuerzas, el salinismo, a través de una de sus vertientes que es el siempre alineado jefe Diego, controla la “gobernación” y ahora la PGR, entes facilitadores de las pactadas pacificaciones en agenda.
En otra pista del circo decadente se apareció el chico buena onda que en sus ratos de ocio despacha como secretario de economía. Ruiz Mateos, parece que se apellida, y compareció ante senadores a los que estuvo a punto de colapsar de aburrimiento producido por palabrería intrascendente. Él tampoco manda –ni busca hacerlo–: simplemente es un corcho circunstancial que el amigo Felipe puso en un cargo de alto nivel para que se la pase chido mientras el país naufraga. ¡Salud!
Y, mientras el respetable público tiene la vista puesta en las pasarelas legislativas escandalosas, el lic. Calderón filtra dos propuestas para comisionadas del IFAI ya desde antes puesto al servicio del PAN por Alonso Lujambio. Una de ellas fue secretaria técnica del felipista Consejo de Seguridad Nacional y la otra recibe el pago de favores hechos a la causa derechista antipeje cuando participó en órganos “autónomos” de información pública en el Distrito Federal.
¡Feliz fin de semana, con La Jornada San Luis que sigue en pie, mientras mañana Marcelo de los Santos al fin deja el poder, luego de haber recibido huevazos ciudadanos en estos días!
Fax: 5605-2099 •
juliohdz@jornada.com.mx

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