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viernes, 22 de agosto de 2008

CIRCO EN PALACIO





Astillero

Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

Faramalla acordada

■ Rollo y “compromisos” ejecutables

■ Firmantes políticos ejemplares


No se esforzaron ni tantito: fue el sabido maratón de discursos cuya oquedad pretende ser disfrazada con cifras, datos y propuestas dizque concretas y fue el desfile de políticos altamente emblemáticos de la corrupción, la insensibilidad y el oportunismo. Nada nuevo ni importante, más que el propósito fastuoso de aparentar que algo se hace contra aquello que ellos mismos generan y protegen. La tersa ronda burocrática de los hombres del poder, ahora con el agregado dramático de la voz del empresario cuyo hijo fue asesinado y con la participación de una de las principales convocantes a la marcha que busca iluminar a México con velas.

La tragedia nacional convertida en espectáculo de políticos que simulan arrepentimientos y preocupaciones y que lanzan a la hoguera de los sacrificios mediáticos sus mejores cartas de engaño. Comienza la tanda el hombre que se hizo del poder mediante un fraude electoral que dividió y envenenó a los mexicanos y que luego, ya instalado en el cargo impensado, no encontró mejor manera de aparentar que tenía algún proyecto de gobierno que lanzar a las calles a los soldados para que éstos, junto con las policías militarizadas, desataran una sangrienta “guerra contra el narcotráfico”, cuyos costos sociales nadie en ese gobierno sin legitimidad quiere asumir. Rollo y más rollo desde el calderón que ha hecho hervir al país, una mera continuación, ayer, de los discursos que repite en sus giras blindadas. Luego, el ingeniero encargado de la secretaría federal de Seguridad Pública que durante el foxismo fue corresponsable de la impunidad delictiva y la consolidación de la delincuencia organizada que ahora dice combatir. Y, para demostrar a todo mundo que la seguridad pública ha sido un botín entregado a los grupos que ayudaron al “triunfo” electoral felipense, el comisionado de la profesora Gordillo, Roberto Campa Cifrián, con una somnífera relatoría de presuntos compromisos que, mencionando la soga en casa de los ahorcados, son acompañados de un (¡gulp!) “tiempo de ejecución”, sin que se haya mencionado si esa temporalidad procesal sería mediante decapitación, levantamiento o alguna otra técnica propia del gremio.

Vendrían en seguida los representantes de los otros dos poderes. El coordinador de las mayorías que en la Suprema Corte se acomodan a administrar injusticia conforme a recovecos y recursos de la legalidad tan técnicamente manipulable, el señor ministro presidente Guillermo Ortiz que la víspera había tenido acuerdo con el encargado sexenal del Poder Ejecutivo. En su turno, Ruth Zavaleta en seguimiento puntual del libreto de acomedimientos con el calderonismo, llamando a actuar sin rencores ni revanchismos, aportando como siempre la dosis de insidia que pueda ser encajada a sus adversarios perredistas, ejemplo ella misma del uso de recursos públicos para promociones electorales personales, como sucedió en Guerrero cuando se hizo acompañar del redituable secretario federal de Desarrollo Social (denominación ésta que se puede traducir como despensas y regalos disponibles para los momentos electorales venideros). Y Santiago Creel, el héroe suministrador de permisos para juegos y sorteos televisos, el mismo que como secretario de Gobernación fue tibio y omiso ante violaciones a la legalidad, entró al turno del rollo optimista y voluntarioso.

En nombre de los gobernadores, el sonorense que ha multiplicado su fortuna original desde el poder, tomada por sorpresa esa fortuna por el ingenio y la movilidad de los familiares que no tienen la culpa de haber prosperado tanto justamente cuando uno de ellos maneja los hilos de lo público en la entidad. Bours que habla en representación del retablo de corrupción y abusos que casi sin excepción se extiende por el país. Eso sí, algunos invitados a la ceremonia atentaron de manera aérea, con silbidos, contra uno, sólo uno de los gobernadores, el de Puebla, el precioso, a la hora de la firma del acuerdo delator (pues sí: tener que hacer tanta faramalla para firmar un acuerdo a favor de la legalidad, la justicia, y quién sabe qué tanto más, es una explícita confesión de que todos esos suscriptores son violadores cotidianos de lo mismo que ahora se obligan a respetar o cumplir. “Ahora sí, jefecita sociedad civil, por ésta que ahora sí vamos a cumplir. Estamos jurados”, podrían haber resumido, en lugar de tanto choro).

Y los autodesignados representantes de la sociedad civil. El señor Martí, con el drama personal a sus espaldas, más la representante de la sociedad a la que nadie eligió (en todo caso, los arreglos de elite con la interesadísima administración federal), la señora Morera que desgranó la visión clasista del problema de la inseguridad pública, sin ir al fondo, lanzando “¡ya basta!” que obviamente entran por un oído de los poderosos y salen por el otro (porque, a fin de cuentas, de eso se trataba, de aparentar, de simular, de comprometerse a lo que son obligaciones que no necesitan confirmaciones). Ya al final de la reunión, para precisiones varias, aparece el clerical gobernador de Morelos, Marco Antonio Adame, y Marcelo Ebrard –negociado que fue que no hubiera foto explícita, a sabiendas de que la asistencia a Palacio Nacional y el compartir foro es una forma suficiente de reconocimiento– que desinfló la expectativa al pronunciar algunas frases de relleno y hablar de la aceptación de un impreciso reto de renunciar si no cumple la parte que le toca de los muy buenos compromisos de ayer… Y en la lista de garantes del nuevo paraíso anunciado, del advenimiento de la legalidad esperada, de la política purificada, tanto el líder sindical de las impunidades y la corrupción petroleras, el respetable señor Romero Deschamps, como la jefa máxima del desastre y el saqueo educativos, la señora Gordillo. La gran simulación, pues, en más de tres horas de esfuerzos para informar a los mexicanos que su elite le ha puesto tiempos de ejecución. ¡Bang!

Y, mientras ayer mismo, en ironía terrible, la “justicia” cargó 45 años más de cárcel a Ignacio del Valle y 31 más a 10 de sus compañeros atenquenses presos, ¡¿feliz? fin de semana!

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