Ads 468x60px

Labels

Vistas de página en total

sábado, 7 de junio de 2008

FRACASO TRAS FRACASO



Plan Mérida, la ruta del fracaso
jorge carrasco araizaga

México, D.F. (apro).- Felipe Calderón creyó que el Plan Mérida estaba asegurado cuando acordó con su homólogo estadunidense, George Bush, el inicio de negociaciones, en las que detrás del paquete de ayuda, lo significativo era el entendimiento político entre las dos administraciones en el tema del narcotráfico.



En un declarado respaldo político de Bush a la “guerra” de Calderón contra el narcotráfico, los dos Ejecutivos se sumaron, en marzo de 2007, a la iniciativa lanzada dos meses antes por el representante (diputado) demócrata por Texas, Henry Cuéllar.



La propuesta, que entonces empezó a identificarse como Plan México, fue respaldada y firmada por Silvestre Reyes, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.



Con el claro respaldo político de Washington, la tarea del gobierno mexicano era la de buscar el respaldo de los grupos de presión que operan e influyen en los congresistas estadunidenses con el propósito de concretar una alianza política de los dos países en contra del narcotráfico.

El objetivo, desde luego, eran los propios legisladores y los centros de pensamiento que elaboran propuestas de políticas públicas para Estados Unidos, incluidas aquellas relacionadas con la política exterior.



La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) estaba llamada a hacer ese trabajo, tanto desde sus oficinas en México como en la embajada de México en Washington.



Al embajador José Sarukhán le correspondía ser el operador de las negociaciones. Por parte de México, en él descansaba el curso de las conversaciones no sólo respecto del contenido del paquete “de ayuda”, sino a que éste no se empantanara en el Congreso estadunidense, como ocurrió.



Desde el momento en que los legisladores estadunidenses decidieron “colear” la Iniciativa Mérida al presupuesto para las guerras de Estados Unidos en Irak y Afganistán, era claro que los recursos, así fueran mínimos, exigirían la supervisión del Capitolio.



Conocidos sus desacuerdos con la titular de la SRE, Patricia Espinosa, el embajador se encargó de hacer un trabajo según su entender. En el mejor de los casos, fue testigo de lujo de las disputas interburocráticas respecto de las peticiones que hacían las autoridades civiles y militares.



Peor aún, le ganó el protagonismo. En una entrevista con la periodista Carmen Aristegui, Sarukhán, en octubre pasado, reveló que, como resultado de las negociaciones, México aportaría siete mil millones de dólares para financiar la Iniciativa en los próximos tres años.



La revelación, extraña en un diplomático que sabe que estaba siendo escuchado a nivel nacional, ocurrió luego de que Bush le pidiera al Congreso financiar la Iniciativa con mil 400 millones de dólares durante el mismo periodo.



Luego de que la Cámara de Representantes aprobara un paquete de 400 millones de dólares, en mayo pasado el Senado propuso que la ayuda para el primer año sólo fuera de 350 millones, condicionada a que las dependencias mexicanas receptoras de la ayuda rindieran informes a Estados Unidos sobre el uso del equipo y tecnología previsto en el paquete.



La condición afecta en especial al Ejército y a la Marina, cuyos mandos ahora tampoco pueden llamarse a engaños respecto de las excesivas pretensiones del Congreso estadunidense.



Ante el amplio rechazo en la opinión pública mexicana a la actitud del Capitolio, fue hasta dos semanas después que el gobierno de Calderón recurrió a un falso nacionalismo –inverosímil en su gobierno– para rechazar el condicionamiento.



alderón no podía esperar otra posición de los legisladores estadunidenses, pero en un intento de convertir en virtud el fracaso de la operación política y diplomática de su gobierno, se lanzó en contra de quienes tarde o temprano tendrá que buscar si es que en verdad quiere el respaldo estadunidense.



Además, lo hizo con su peor carta: su carente de credibilidad secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, cuyos reclamos sencillamente fueron desoídos por los estadunidenses, quienes sólo respondieron luego de que la desdibujada secretaria de Relaciones Exteriores abrió la boca.

Aún ahora, el gobierno estadunidense mantiene su apuesta política con Calderón, pero no puede hacer nada ante la falta de oficio del gobierno mexicano. (6 de junio de 2008)

jcarrasco@proceso.com.mx

No hay comentarios:

 

Sample text

Sample Text

div

Sample Text

 
Blogger Templates