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lunes, 22 de diciembre de 2008

ASTILLERO DE JULIO



Astillero

Julio Hernández López Fax: 5605-2099 •

■ Administrar el narco
■ Felipe acusa a Chente
■ Pero de allí no pasa


El viejo pleito entre Vicente Fox y Felipe Calderón ha entrado a una etapa de renovada virulencia. El primero pretende imponer decisiones políticas y electorales a través de Manuel Espino y descalifica la “guerra” contra el narcotráfico mediante declaraciones del ex vocero Rubén Aguilar, mientras el segundo lanzó personalmente acusaciones contra quienes en el pasado pretendieron ignorar o administrar a las mafias desbordadas, y antes permitió al secretario de Marina acusar al foxismo de haber dejado al país en manos de una delincuencia organizada que “operaba impunemente”.
Refugiado en el Centro Fox (edificación hecha con aportaciones de empresarios previamente beneficiados con obras y concesiones públicas), convertido en tragicómico aspirante a estrella internacional (sus giras dando conferencias acabaron en la nada), amenazante emisor de declaraciones políticas incómodas (poniendo en evidencia su papel ilegal, inequitativo y profundamente distorsionador de los comicios en que habría actuado como vengador contra AMLO) y protector y promotor de actos políticos internacionales (a nombre de la organización de derecha que preside Espino) y nacionales (entre ellos el aglutinamiento en torno a Creel, nuevamente enfilado por el martismo-vicentismo a la Presidencia; el renovado activismo del tosco Espino y la pepena de inconformidades internas del panismo, como sucedió en el pasado episodio potosino de postulación de candidato a gobernador), el vaticanamente declarado desequilibrado pretende impulsar candidatos de su línea vaquera a las diputaciones federales y apretar la marca al chantajeado Calderón para que en este tramo de máxima debilidad institucional acepte abiertamente el tutelaje hecho virtualmente con botas.
Hasta ahora, Calderón ha tomado las cosas con la calma de quien sabe que al desatar la ira del adversario podría desatar catástrofes para sí mismo. Aun cuando siempre se le describió como un personaje “de mecha corta”, Felipe ha tardado muchísimo en explotar contra el foxismo, que diariamente lo contradice y exhibe. Hace apenas unos días, el ex vocero presidencial Rubén Aguilar hizo saber que la mejor manera de enfrentar al narcotráfico es negociando con él, lo que es una explícita descalificación de la estrategia felipista de la “guerra” militar, y Manuel Espino ha anunciado su determinación de convertirse a partir de enero en una piedrota en el zapato del patético Germancito Martínez (es decir, contra Calderón). Y no sólo eso, pues el guanajuatense cometió el máximo agravio posible a un Felipe Calderón hipersensible, al desairar los presuntos funerales de Estado con que el michoacano pretendía dar un magno adiós al compañero ido, Juan Camilo Mouriño, y repetió la significativa ausencia en el acto dominical panista al que la esposa y vocera Martita había anunciado asistencia sin falta (si Fox hubiera sido secretario particular, y se hubiera llamado César Nava, lo hubieran corrido del cargo, enviándolo a la nada partidista, por andar hablando mal del queridísimo difunto y por intrigar contra él).
Pero el pasado viernes, en uno de sus refugios políticos como son los actos con soldados o marinos, Calderón soltó un discurso que, aun cuando evitó precisar fechas administrativas y nombres y apellidos de los responsables, acusó a los fantasmas del pasado de “haber ignorado o haber pretendido administrar a la delincuencia, en lugar de enfrentarla con determinación”, lo que “trajo consecuencias funestas para México”. Hoy, añadió quien en una especie de defensa propia ha decidido disparar aunque sea con balas oratorias de salva, “estamos pagando las consecuencias de lo que no se hizo ayer”, pero la administración felipista “ni negocia ni negociará jamás con las organizaciones criminales”.
Son graves en sí los señalamientos de quien tiene como su favorito el corrido de El hijo desobediente, pero más lo son si el que los pronuncia es el jefe formal de la institucionalidad mexicana y si quien los deja en calidad de mero recurso oratorio es el mismo que constantemente exhorta a los desprotegidos ciudadanos a que tengan valor cívico para denunciar los hechos delictivos de los que tengan conocimiento. Si el propio encargado de Los Pinos es incapaz de dar trámite judicial a sus aseveraciones de que hubo quienes pactaron con narcotraficantes y provocaron las “consecuencias funestas” que hoy se viven a lo largo del país, entonces habrá que ir preparando similares argumentos de complicidad e ineficacia intencional para aplicarlos a la administración felipista.
Y ni siquiera puede Calderón escudarse en la intencional imprecisión de lo que dijo el pasado viernes en un desayuno con personal naval, pues en su cara se produjo una acusación inequívoca contra el foxismo cuando el secretario de la Marina, almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza, dijo: “Cuando hace dos años comenzó la presente administración, la Armada de México (…) asumió el compromiso con usted, señor Presidente, y con la sociedad mexicana, de hacer frente a la delincuencia organizada que en esos momentos operaba impunemente en una situación que no podía ser tolerada más. No podíamos aceptar más actitudes de indiferencia ante un problema de inseguridad que de continuar ignorado o solapado llevaría a un alto riesgo para la seguridad nacional”.
Acaba de ser brevemente detenido un portador de apellido intocable, Manuel Bribiesca, por detalles fiscales normalmente irrelevantes en esos niveles de impunidad (por más que el ex esposo de la señora Marta sea entendido como un personaje indeseable en la intimidad del rancho San Cristóbal). ¿Se decidirá Calderón a frenar el activismo de Fox en su contra mediante apertura de expedientes judiciales, así fuera sólo para amagar, por los asuntos del narcotráfico del que bien le pueden informar Medina Mora y García Luna, destacados funcionarios del foxismo administrador del narcotráfico, o nuevamente todo quedará en fuegos de artificio cebados por el chantaje electoral de 2006? ¡Hasta mañana!

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