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sábado, 3 de noviembre de 2012



El llanto de la máscara

JesúSosas Castro @rasocas 
 mié 31 de octubre de 2012
 

En el cruce de Reforma y Avenida Juárez una niña se subió a la parte delantera de mi carro para limpiar el parabrisas. Me incomodó, pues el carro había sido lavado y los cristales estaban limpios. Al ponerse el siga no pude avanzar  porque la niña seguía arriba del cofre, limpie y limpie los cristales. Entre enojado y presionado por los autos de atrás, pude observarla y vi que en su cara pintada de payaso, escurrían dos gruesas lágrimas. Le pregunté por qué ese llanto y me contestó que su madre había muerto en la madrugada y ella estaba juntando dinero para enterrarla. De momento pensé que su dicho era parte de los pretextos que usan los miles de personas que viven del trabajo en la calle, pero ¿y las lágrimas? Estas no eran fingidas, brotaban de manera real, se veía que la niña sufría, que en su alma ya no había espacio para acoger su angustia, su soledad y su dolor
Llegué a mi destino cerca de allí, estacioné mi auto y me fui a desayunar con una persona con la que había hecho cita. Al salir, me fui caminando hacia donde la niña me había encogido el corazón. Seguía dale y dale limpiando parabrisas. Los automovilistas le daban una miseria de dinero. Esperé unos minutos y aproveché que con el siga ella volviera al camellón donde tenía sus materiales de trabajo. Una botella de agua con jabón y algo que parecía una jerga. Niña, ¿cómo te llamas? ¡Le pregunté a bocajarro! Sofía, me dijo y se retorció como si le hubiera dado vergüenza compartir su nombre con un desconocido
Hace un rato que pasé te vi llorando y me dijiste que había muerto tu madre hoy en la madrugada. Si es así ¿por qué no estás con ella? Se quedó mi hermanito Juan, yo me vine a trabajar para comprarle unas flores y mañana enterrarla, me dijo, moqueando. ¡Me quedé callado, perdí el habla! Se me encogió el corazón ante tamaña desgracia y falta de sensibilidad de los gobiernos y del sistema político que padecemos. Miré a mi alrededor con el deseo de encontrar alguien más que se compadeciera de esta criatura. ¡Pero no! Nadie la miraba si no era para protestar porque Sofía y otros, y otros, como ella, desde lejos le aventaban el agua a los parabrisas estuvieran sucios o no. Buscaban saciar su hambre, sus penas y los olvidos de que eran víctimas
Me quedé sentado un buen rato en la banqueta, sin saber qué hacer. Nunca como en ese día observé con tanta nitidez el surgimiento de este nuevo fenómeno social. Según estudio hecho por http://institutopermacultura.wordpress.com/ en el país hay diez millones de niños y jóvenes menores de dieciocho años trabajando y viviendo de la calle. La inmensa mayoría ha perdido su identidad, ha sido expulsada de su familia, y de su entorno cultural. Son niños golpeados, abandonados por sus padres. Esto y la falta de futuro, es lo que conduce a la marginalidad y la violencia. Por eso resulta intolerable la insensibilidad de los gobiernos, el abandono en que tienen a los pobres y la inicua conducta de los políticos rastreros y corruptos, incapaces, todos, de resolver estos problemas. ¿No se han dado cuenta estos señores de lo que está ocurriendo en los hogares de los asalariados y en las urbes de México? ¿Han visto por casualidad lo que pasa en el campo, en los pueblos y en las carreteras nacionales? ¿Han tratado los dueños del poder, de explicarse el por qué en cada semáforo crece el ejército de niños, jóvenes y adultos que le venden al viandante lo inimaginable para subsistir?
Todas estas personas merecen vivir de otra manera. Pasarse la vida limpiando vidrios de autos, contorsionándose, haciendo malabares, vendiendo chicles y derramando lágrimas, es una indignidad para cualquier ser humano. Hay que evitar que este estado de cosas se convierta en una práctica cotidiana y los políticos y funcionarios comiencen a verlo como un fenómeno natural. Ver en las calles niños drogados en brazos de mujeres alquiladas por padrotes, vendedores ambulantes que están obligados a entregar cuentas a explotadores profesionales, jóvenes que han abandonado la escuela por falta de empleo; no puede convertirse en un modo de vida para estos millones de personas
Y aunque lo peor está por llegar con el arribo del ignorante de Peña Nieto, los niños, jóvenes y adultos que el sistema ha echado a la calle, los trabajadores y el pueblo en general, necesitan luchar por un nuevo proyecto de Nación. Eliminar el sufrimiento y evitar las lágrimas que se escurren debajo de las máscaras, no se logra aguantando estos atropellos, sino en luchar por un cambio en la vida nacional. Sin ese trabajo y sin esa conciencia, el mundo de calamidades que nos esta imponiendo el capitalismo salvaje, no resolverá las angustian que viven los sectores más empobrecidos. Lo que hay que hacer es trabajar de manera organizada y transformar nuestra conciencia para avanzar hacia un cambio verdadero. ¡Solo así podremos lograr que las máscaras que viven y sufren en la calle, ya no sigan llorando! 

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