Gómez Mont, el gran embustero
Álvaro Delgado
PROCESO
MEXICO, D.F., 8 de marzo (apro).-
En la trama para asestar a los mexicanos un alud de alza de impuestos a cambio del encumbramiento de Enrique Peña Nieto, porque eso es lo que en realidad establece el documento signado por la dupla César Nava-Beatriz Paredes y avalado por Felipe Calderón, despunta un dato de enorme relevancia: La apócrifa militancia partidista de Fernando Gómez Mont.
En efecto, tal como se acredita a detalle en la revista Proceso que está en circulación, la renuncia de Fernando Francisco Gómez Mont Urueta al Partido Acción Nacional (PAN), el 11 de febrero --supuestamente por estar en contra de las alianzas con la izquierda--, fue en realidad una pantomima.
¿Por qué? Sencillamente porque la militancia de Gómez Mont en el PAN fue un invento de Germán Martínez, quien como su presidente llevó a ese partido a la peor derrota en sus siete décadas de historia, además de la vergüenza de haber sido impuesto, como su sucesor, no por la militancia, sino por el individuo que habita Los Pinos.
La adulteración del Registro Nacional de Miembros del PAN, que es el padrón electoral interno, implica responsabilidades estatutarias y jurídicas, pero revela también el proceder, sin escrúpulos, de Germán Martínez, el operador, y Gómez Mont, el beneficiario de la maniobra en la que --como en los crímenes-- dejaron huellas.
Si se cuenta con el padrón oficial del PAN previo a la presidencia de Martínez, como es el caso, es muy fácil demostrar que el actual secretario de Gobernación no militaba en ese partido, como sí lo hacían seis de sus hermanos, cinco de ellos mujeres: María, María de la Esperanza Guadalupe, María de las Mercedes, María Guadalupe y María Teresa.
El único hombre de la familia Gómez Mont Urueta registrado como militante era Felipe, que lleva el nombre de su padre, fundador de ese partido, católico devoto y prominente penalista fallecido en 1970.
Fernando, quien se alejó de la vida partidista en 1996 --a partir de que sus correligionarios manifestaron su molestia por ser asesor de Ernesto Zedillo y Carlos Salinas--, no se reafilió al PAN y por eso no aparece en el padrón interno vigente al menos hasta diciembre de 2007, cuando Martínez sucedió en la presidencia de ese partido a Manuel Espino.
Sin embargo, medio año después, el 19 de agosto de 2008, Gómez Mont Urueta apareció, repentinamente, en la cúpula del PAN: Martínez lo invitó al CEN, en sustitución de Javier Corral, y ese mismo año, el 6 de diciembre, propuso su incorporación al Consejo Nacional, en relevo de Juan Camilo Mouriño, a quien también remplazó en la Secretaría de Gobernación.
Repentinamente, además, el nombre de Fernando Gómez Mont Urueta apareció en el RNM como miembro activo y con fecha de alta de 9 de septiembre de 2003, es decir, con cinco años tres meses de militancia.
Esta fecha hay que tomarla en cuenta: El inciso a) del artículo 45 de los Estatutos Generales dispone que para ser integrante del Consejo Nacional --máximo órgano de dirección del PAN-- se requiere “ser miembro activo con militancia de por lo menos cinco años”, justamente la antigüedad que en diciembre de 2008 tenía Gómez Mont.
Más aún: En el PAN no existe constancia, según información extraoficial, es del cumplimiento de Gómez Mont Urueta del pago de sus cuotas como militante activo ni como servidor público de la Secretaría de Gobernación, como lo obligan los Estatutos Generales.
¿Por qué? Otra vez: Porque Gómez Mont, el “testigo de honor” en el deleznable contubernio que ha exhibido la decadencia de la dupla PAN-PRI, no era militante del PAN y su renuncia fue una mentira, símbolo de la estéril gestión de Calderón…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
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