¡No más sangre!
Álvaro Delgado
Proceso
MÉXICO, D.F., 10 de enero (apro).-
Después de cuatro años
completos de haberla decretado, y luego de más de 30 mil muertos, se
puede concluir que la “guerra” de Felipe Calderón que desangra a la
República no fue motivada sólo por un cálculo político para lograr la
legitimidad que le negó el voto y para ponerse el disfraz de valiente.
Hay, también, un elemento patológico.
La indiferencia de los altos funcionarios del gobierno
federal ante los miles de cadáveres que pueblan el territorio nacional y
la inverosímil violencia que no deja de escalar indica que los posee
algo más que una auténtica lucha contra la delincuencia o la entendible
simpatía de la derecha por la mano dura. Es algo más identificado con
una obsesión enfermiza, una demencia.
La estrategia oficial de anteponer las balas a la
inteligencia, el belicismo al ataque a las finanzas y las acciones de
propaganda a las complicidades gubernamental y privada, al más alto
nivel, ha sido un fracaso total desde hace tiempo, cuya obstinación en
mantenerla sólo ratifica el carácter enfermizo de quien la tramó.
El tamaño del fracaso es elocuente hasta en cifras y voces
oficiales, como la del secretario ejecutivo del Sistema Nacional de
Seguridad Pública, Juan Miguel Alcántara Soria, quien admitió que, sólo
el año pasado, los homicidios dolosos aumentaron 12% y 7% los
secuestros, pero además advirtió que los tres órdenes de gobierno no han
puesto énfasis en la prevención social de la violencia.
Y tamaña aberración no puede contar con el respaldo, así sea
pasivo, de los mexicanos, a riesgo de volverse tan cínicos como
Calderón y los suyos.
Es preciso exclamar que no es admisible legitimar tal “guerra”,
tramada a nuestras espaldas, sino repudiarla con toda la fuerza de
muestra indignación para conjurar el “importamadrismo”, como define Rius
el peligroso silencio que se impone entre los mexicanos.
En efecto, Eduardo del Río, el gran monero Rius, ha convocado junto
con otros mexicanos a manifestar, pacíficamente, el descontento y
frustración ante la “guerra” que Calderón inició, en diciembre de 2006,
contra la delincuencia organizada y que ha cobrado la vida no sólo de
delincuentes, sino de centenares de personas --incluidos niños--,
llamadas, con toda desvergüenza, “daños colaterales”.
Para asombro de la población, sobre todo la que padece la violencia
en su entorno, la cifra de muertos crece día a día, pero también la
impotencia y el desdén: “Nos están llevando a un estado de
importamadrismo”, lamenta Rius.
Y sí: El ejecutómetro provoca eso, pero por eso se convoca a una
campaña de “no más sangre” para convertir el silencio de millones de
mexicanos en un sonoro grito que, si no hace desistir a Calderón, al
menos que le haga manifiesto el hartazgo de su “guerra”.
Nacida del talento de los moneros, que en la historia de México han
mostrado un incorruptible compromiso social, la campaña ciudadana
comenzó este lunes 10 con un diseño del joven Alejandro Magallanes,
quien a un “No” en mayúsculas colocó el signo de más y enseguida una
mancha escarlata que simboliza la sangre.
El dibujo es un clamor: ¡No más sangre!
Apuntes
La incorporación de Juan Molinar Horcasitas a la estructura del PAN y
la virtual candidatura de Luis Felipe Bravo Mena al gobierno del Estado
de México, como aquí se anticipó, confirman la degradación a que ha
llegado ese partido por capricho de Calderón, porque se premia a quienes
tienen las manos manchadas de sangre: Molinar, responsable de la muerte
de los niños de la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, y Cecilia
Romero, ascendida a secretaria general tras el asesinato de 72
indocumentados centroamericanos.
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