Desfiladero
Aguafiestas
Jaime Aviles
La jornada
Que durante las fiestas
patrias los narcotraficantes sean sensatos y no ataquen al público,
pidió un almirante en declaraciones a la prensa. Que pensándolo mejor
nadie salga de su casa y las familias vean el Grito comiendo productos
chatarra, aconsejó la televisión. Que no cunda el pánico, pues habrá 2
mil francotiradores en las azoteas más importantes del centro, avisó
para tranquilizarnos la policía. Que vendan bebidas alcohólicas sólo en
comederos y bares para gargantas de alto poder adquisitivo, le ordenó el
gobiernofederal al GDF. Que se diviertan mucho, nos desearon a coro todas las autoridades.
Por supuesto, en cuanto las tinieblas cayeron sobre el valle de
México la histórica noche del 15 de septiembre de 2010, se vaciaron las
calles. En las antenas de los coches no había, como otros años,
banderitas tricolores. Los artesanos que las producen no vendieron casi
ninguna. En los barrios, colonias y pueblos de la urbe estallaban apenas
algunos cohetes (¿o eran balazos?). La gran ciudad, enlutada por la
guerra que provocó Felipe Calderón, asistía al parecer a su propio
velorio.
¿Y qué esperábamos? ¿Que la derecha gobernante celebrara con genuina
alegría lo que más odia y lamenta, es decir, el estallido de la rebelión
popular que en 1821 nos convirtió en país soberano e independiente de
España y medio siglo después en Estado laico? ¿Que los restauradores del
colonialismo ibérico, que puso en manos de Repsol nuestro petróleo y de
Iberdrola nuestra energía eléctrica, exaltaran con gratitud la memoria
de don Miguel Hidalgo? ¿Que lo veneraran quienes han establecido esta
nueva teocracia que hoy permite a obispos y arzobispos dictar medidas de
insalubridad pública a través de políticos fanatizados por dogmas
religiosos?
No, la exhibición de carros alegóricos de Walt Disney, la letra de la
balada más estúpida que alguien haya compuesto jamás en la historia de
la música –
Shalalá, el futuro es milenario–, la quema de 17 mil petardos (uno por casi cada dos muertos de la guerra calderónica) y el desfile de los ejércitos que en otros siglos nos invadieron fue una revancha y una burla, una afrenta a los sentimientos más profundos del pueblo y una disculpa a las potencias contra las cuales nos hemos rebelado.
En medio de un clamoroso aislamiento diplomático –pues no vino a su
fiesta ninguna figura relevante de la política internacional– Calderón
despilfarró 3 mil millones de pesos en una puesta en escena que no vale
nada en términos históricos o estéticos. ¿Cuánto costó en verdad la
pachanga, cuánto desviaron los organizadores a sus cuentas bancarias
inflando las facturas? Una vez más, el grueso del botín fue para
Televisa y sus marionetas, es decir, para cebar a la teledictadura, como
bien la llamó Andrés Manuel López Obrador en Tlatelolco. Sin embargo,
el verdadero espíritu de quienes ahora también se robaron las fiestas
patrias quedó de manifiesto en una carta y en una foto.
La foto es de principios del siglo XX, se la tomaron vestido de gala
al general Victoriano Huerta, que derrocó y asesinó al presidente
Francisco I. Madero en febrero de 1913, y fue estampada sobre pendones
que el pasado miércoles adornaron la calle principal del centro de la
ciudad de Querétaro, por deseo y capricho del presidente municipal
panista, Francisco Domínguez Servién.
Pese a que no existen vínculos
entre el golpe de Estado de Huerta y el bicentenario del Grito de
Dolores, El Yunque aprovechó la ocasión, a través de este alcalde, para
rendir homenaje al odioso pelón como el héroe que realmente es para los
talibanes del Bajío.
Hidalgo y el infierno
La carta, en cambio, es la que decretó la excomunión de
don Miguel Hidalgo el 13 de octubre de 1810 y fue reproducida y
distribuida la noche del miércoles en la Plaza de las Tres Culturas por
cuatro círculos de reflexión del movimiento obradorista –San Simón
Ticumac, Buzón Ciudadano, Camellón por la IV República y La Moderna–,
quizá para desmentir al cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez,
quien asegura que el genial cura michoacano, taurino, rebelde y
políglota, murió reconfortado con el auxilio espiritual de la Iglesia.
He aquí una breve síntesis del texto de Pío VII, nomás para que ustedes
juzguen...
“Por la autoridad de Dios Todopoderoso, el Padre, Hijo y
Espíritu Santo, y de los santos cánones de la Inmaculada Virgen María [y
de los] ángeles, arcángeles, tronos, dominios, papas, querubines y
serafines, y de todos los santos patriarcas y profetas [y un larguísimo
etcétera], lo excomulgamos y anatemizamos, y secuestramos de los
umbrales de la iglesia del Dios omnipotente, para que pueda ser
atormentado por eternos y tremendos sufrimientos...
“Que el Hijo, que sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu
Santo que nos fue dado en nuestro bautizo lo maldiga [...] Que el Cristo
de la Santa Virgen lo condene. Que todos los santos lo condenen. Que
sea condenado donde quiera que esté, en la casa o en el campo; en los
caminos o en las veredas; en las selvas o en el agua, o aún en la
iglesia. Que sea maldito en el vivir y en el morir; en el comer y en el
beber; en el ayuno o en la sed; en el dormitar o en el dormir o en la
vigilia; estando de pie o sentado; acostado o andando; mingiendo o
cancando, y en todas las sangrías.
Que sea maldito interior y exteriormente. Que sea maldito en su pelo. Que sea maldito en su cerebro. Que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes, en su frente y en sus oídos; y en sus cejas y en sus mejillas; en sus quijadas y en sus narices; en sus dientes anteriores y en sus molares; en sus labios y en su garganta; en sus hombros y en sus muñecas; en sus brazos, en sus manos y en sus dedos, y en todas las vísceras de su cuerpo. Que el Hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y que el cielo con todos sus poderes se subleve contra él, lo maldiga y lo condene. Amén.
Al margen de tantos disparates perpetrados por la oligarquía y su
jefe mínimo para despachar los trámites de este año, el Instituto
Mexicano de Cinematografía que dirige Marina Stavenhagen tuvo el acierto
de promover la coproducción de cuatro películas, alusivas todas a
nuestros estallidos sociales.
Una, al de 1810 (Hidalgo, la historia jamás contada, de Antonio Serrano); dos, al de 1910 (Chico Grande, de Felipe Cazals, y El atentado, de Jorge Fons) y la cuarta, al de 2010 (El infierno, de
Luis Estrada). De todas, ésta es sin duda la mejor. Con la penetrante
ironía de Kusturica en Underground, Estrada explica el fenómeno de la
violencia ligada al narcotráfico y muestra las ruinas físicas y morales
del norte del país, destruido por la guerra calderónica.
Durante la proyección, la gente permanece electrizada y sale mentando madres contra el
gobiernoespurio, llena de angustia, de alarma y de urgencia por organizarse y actuar para detener esta debacle. ¿Quién dijo que
hacer cine sobre el narcotráfico es reproducir la mierda? El infierno, con las soberbias actuaciones de Joaquín Cosío, Damián Alcázar, Jorge Zárate, María Rojo y Ernesto Gómez Cruz, es una película extraordinaria. Ahora bien, si ustedes quieren reírse un poco más de nuestra pesadilla cotidiana, no se pierdan el espectáculo que Jesusa Rodríguez presenta hoy a las 19:00 y los próximos jueves, viernes y sábados a la misma hora en el museo Universum de la UNAM. Las crudas del bicentenario es una nueva joya del teatro de cabaret. Y si no, como dicen los columnistas que toman refresco sin hielo, al tiempo.
Desfiladero saluda el nacimiento de Lucio, que el pasado 11 de
septiembre vino al mundo para transformarlo, y el cumpleaños número 25
de la abogada Christianne, que emergió de las entrañas de su madre el 19
de septiembre de 1985, dos horas después del terremoto. ¡Felicidades a
todas y a todos! ¿Nos robaron el 15 y el 16 de septiembre? Pues
alégrense. Ya es 18 y pronto será 23...
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